Pandemia en la Selva

La pandemia también llegó a la selva como era de esperar, aunque no queríamos que llegase, pues quienes vivimos acá sabemos las condiciones reales de vida con las que contamos.

Es verdad que la selva es muy rica, cuenta con muchos recursos, esto lo saben bien quienes se dedican a expoliarla. Se acuerdan de la selva solo para extraer su riqueza, aprovechar sus recursos, pero dejan solo una miseria a sus pobladores.

¿Qué pasó cuando llegó el covid-19? La mayoría decía que era dengue o gripe fuerte, no querían escuchar la palabra covid-19 puesto que, provocaba temor y sonaba a muerte por asfixia, a este sentimiento se sumaba el hecho de saber que quien moría con covid no contaría con un velorio como se suele hacer acá en la selva, ritual que forma parte de la despedida del ser querido y que es muy importante como parte del duelo para asimilar la pérdida.

Los recursos médicos eran insuficientes en todos los sentidos: personal y medicamentos, ni que decir de las pruebas de descarte del covid, estas siguen todo un proceso, primero, se saca la muestra y ella se enviaba a la ciudad más equipada y más próxima para su análisis y teníamos que esperar los resultados. Sin embargo, sin contar con las pruebas de descarte se sabe que ya muchos, por no decir la mayoría, han sido infectados e hicieron frente al virus con medicina natural, planta o hierbas preparadas tomadas de nuestros bosques o de las huertas que las familias suelen tener para curar sus enfermedades, fueron surgiendo recetas que de vecino a vecino se fueron comunicando para luchar contra el covid-19; hay quienes huyeron a sus chacras para no infectarse, otras personas tuvieron que ser internados en el hospital, unos se sanaron y otros murieron. Cada muerte por el virus provocaba miedo y ansiedad en la población. Ocurrió lo que se temía, el hospital colapsó, nos faltaba lo esencial en medio de esta crisis: oxígeno para auxiliar a los que lo estaban necesitando, como alguien comentó: “en el pulmón de la tierra, se muere por falta de oxígeno”.

Pasaron días terribles por las noticias que corrían por la ciudad y en los pueblos, gente infectada no quería acudir al hospital, tenían miedo de no volver a casa. Los pobladores de forma desesperada compraban medicamentos, pronto se fueron familiarizando con los distintos nombres de medicamentos; las boticas vendieron las medicinas a precios elevados, surgieron vendedores ambulantes de medicinas. La gente pobre que recibió su bono alimentario dado por el Gobierno, lo gastó en comprar medicinas a precios altos. La medicina se convirtió en negocio.

Ante esta situación la ciudadanía actúo y se organizó para apoyar a los más necesitados, también la Municipalidad y Salud ha puesto de su parte. La pandemia ha sido semilla de un despertar solidario en favor de los afectados por el covid-19.

La comunidad parroquial desde los inicios ha colaborado en todas las instituciones y entidades para luchar con esta pandemia. Ha ido colaborando con medicinas, equipos de protección, también en la campaña para adquirir un generador de oxígeno para salvar vidas.

Después de un tiempo actuamos como grupo samaritano. Analizamos la situación, percibimos el gran miedo y ansiedad que ataca a las personas, así como la urgencia de visitar a las familias humildes y personas mayores que conocemos. Nos distribuimos por barrios y salimos a hacer las visitas con trajes de protección y los salvoconductos para poder caminar o transitar. Nuestro objetivo era: visitar a las familias en sus hogares, conversar, interesarnos por ellos, dejar que nos contarán cómo estaban viviendo este tiempo de confinamiento, si estaban contagiados o habían estado, si habían recibido ayudas o no, si los niños estaban siguiendo la clases con la estrategia “aprendo en casa” y haciendo sus tareas… Para dar mayor sentido a nuestras visitas como un grupo que lleva un mensaje de esperanza y fortaleza elaboramos unas tarjetas con frases bíblicas para leer y compartir en cada hogar.

Durante varios días, cada grupo salió a hacer las visitas. En ellas, pudimos comprobar y poner en común que una mayoría de familias visitadas habían estado contagiadas o estaban aún enfermas; muchos habían recibido bonos para alimentos del Estado, pero se gastaron en la compra de medicinas y ya no tenían para comer; también pudimos apreciar que esta situación ha despertado el sentido religioso, oran e invocan a Dios con frecuencia, rezan el rosario, leen la Biblia…

Nuestra segunda salida fue para visitar, de nuevo, a cada familia y ayudar en algo a aliviar sus necesidades con bolsas de alimentos, bonos alimentarios, ropas y radios para que pudieran seguir los niños los programas de educación “aprendo en casa”, también preparamos nuevos textos bíblicos para fortalecer los ánimos, muchos nos decían que esas tarjetas habían sido de gran ayuda, pues también el espíritu necesita alimentarse y ellas restauran los corazones destrozados, consuelan en sus aflicciones.

Mucho pudimos aprender de los pobres: su reverencia y atención para escuchar la Palabra de Dios; sus referencias a Dios como refugio y fortaleza, como Pastor que nos cuida y nos protege de todo mal, como el Diosito que nos acompaña en el dolor y en la desesperación; como el Dios que jamás se olvida de los pobres, como el Padre que nos ha dado los remedios naturales y con ellos nos ayuda a combatir.

Algunos decían, no tenemos nada, pero Dios no se olvida de nosotros, mueve el corazón de la gente para que sea solidaria en nuestras necesidades, por eso le damos gracias.

Nos cautivó la confianza puesta en Dios, en el Dios que sana los cuerpos y restaura nuestras fuerzas desgastadas por esta enfermedad. Hay plantas de nuestra selva que son medicinales, Dios las creó y nos las regaló para beneficio de los seres humanos.

Le preguntamos a un anciano, hombre humilde y de fe: ¿por qué los pobres confían tanto en Dios? “Porque nada tienen, porque se humillan ante Dios, reconociéndole como el Creador de todo y, los ricos -en general- confían en sí mismos y en su riqueza. Los pobres compartimos”.

Se podía notar la alegría en el rostro de las personas que visitábamos en sus hogares, su sonrisa y su calma nos decía y hacía entender que Dios está de parte de los pobres, la Biblia nos lo recuerda. Los pobres de espíritu tienen a Dios como único Señor; son felices, así lo dice Jesús en el Sermón de la Montaña. La riqueza de los pobres es Dios, su valedor y su protector.

2 respuestas a «Pandemia en la Selva»

  1. Me ha encantado el relato hasta el punto que voy hacer esfuerzo con la solidaridad .
    El relato hace que replanteemos nuestra forma de ver los problemas .
    Un abrazo

    1. Gracias Jose Mari, cada uno de nosotros -desde donde estamos y desde el entorno en que nos movemos- tenemos la oportunidad de tratar con dignidad a todas aquellas personas que se cruzan en nuestro caminar por la vida, un abrazo

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